En mi cuaderno azul dibujé un árbol.

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Cuando comencé a dibujar en lugar de hablar compulsivamente o simplemente de situarme en la reacción, entonces las preguntas vinieron solas, sin necesidad de invocarlas, de buscarlas. También algunas respuestas.

Hace algunos meses, la útima vez que estuve en Madrid, compré un cuaderno. Compré varios, uno azul y uno negro. Durante el confinamiento empecé el cuaderno azul. Al principio era completamente narrativo, con las cosas que sucedían, con las cosas que pasaban. Poco a poco añadí algunas cosas que sentía. Cuando todo estalló y el confinamiento siguió su curso, entonces dejé de escribir durante unos días. Un tiempo después, recogí el escritorio, reagrupé todas mis acuarelas y lápices de colores. Empecé a realizar esquemas extraños en mi cuaderno, a dibujar esbozos de mi dolor. A nombrarlo. Tenía que ver con la palabra, con la extranjería, con la otredad, con el cuerpo. Sucedió algo más. Desde hacía unas semanas, no hablaba correctamente, se me trababa la lengua en francés, y a veces decía disparates también mi lengua materna, en español.

Yo no era mi palabra. O sí, pero una palabra confusa, un idioma híbrido e incomprensible. Mi boca se iba lejos y no se correspondía con lo que yo quería expresar. O callaba, o se veía incapaz de decir. ¿Qué legitimidad reclamar ahora? Me sentía (me siento) una impostora.

Por eso empecé a dibujar árboles. Dibujé uno. Era feo, garabateado. Pero eso me calmó. Con el árbol feo e infantil, llegó una calma extraña. Madame Bartoli me había hablado de un árbol. De pensar en mí como un árbol, algunos días antes. Papá siempre ha pintado árboles, y una vez escribí un poema sobre esto (escribí varios, tiré todos los demás).

Esto empezó hace cuatro días. Desde entonces, he dibujado dos árboles más. Uno de ellos el de la tribu. También he dibujado un gráfico donde represento en color verde mi otredad. Esa distancia entre los otros y yo, entre lo que soy realmente y mi cuerpo y los trajes que llevo, y mi relación con el lugar en el que estoy, con el lugar del que vengo. Con los otros.

Soy una materia agujereada. Tengo algo que ver con los moldes. En el cuaderno azul he escrito varias veces la palabra “encarnar”.

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