¿Qué desierto?



«Ese naufragio permanente, ese desmayo emocional, la abocaba a convertirse en un ser temeroso que, incapaz de afrontar una realidad que escapaba totalmente a su comprensión, avanzaba por espacios vacíos, por un desierto metafísico».

Enrique Vila-Matas.

¿Desiertos metafísicos? ¿Acaso exíste aún la metafísica? ¿Todavía cree alguien en el desierto?
Busco el desierto. Me gusta pensar en el desierto aunque a veces piense que pierdo el tiempo. A veces me gusta perder el tiempo. Recuerdo algunos versos de Alejandra Pizarnik. Luego pienso que tiempo no es más que una palabra. Y quiero hacer tantas cosas inútiles, irreverentes, que la emoción me da náuseas. Sigo perdiendo el tiempo, y me mareo, y doblo el cuello hasta quedar con el cuerpo destrozado, otras veces decido que gritar es la única defensa contra la desidia del no-desierto, de un día árido o dos, y quiero decirlo todo, y vomitarlo, y ser otra persona, o varias, y quiero desdoblarme y desdecirme. La voz, el sexo, la maleta, la palabra. Se puede gritar de tantas formas. Bienvenidos al espectáculo. Bienvenidos al ahora.

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